miércoles, febrero 12, 2014

El jueves estuvo Pablo Albo en La Luna.

Tras una larga ausencia de esas que vuelven alegres los reencuentros, regresó Pablo Albo a La Luna el pasado jueves.

Y como el que llega a una casa de visita, llegó con un obsequio debajo del brazo en forma de estreno.

Fuimos los primeros en conocer la historia de la familia de Olegario, de Olegario mismo, y de su relación con el flamenco.
Y ahí supimos de su abuelo, de su madre, su(s) padre(s), su prima, sus amigos, su mundo.

Con esta nueva sesión Pablo es fiel a sí mismo, tanto en la escritura como en la narración: escucharlo es como resolver un rompecabezas del que te va repartiendo piezas poco a poco, y sólo cuando tienes suficientes puedes empezar a relacionarlas entre sí, a tener una visión del conjunto, a tejer sensaciones, hasta que cierras el último hueco y disfrutas viendo todo en su sitio.
Para ser estreno en público estuvo a un buen nivel. Lógicamente habrá aspectos que pulir, pero me parecen menores considerando el conjunto de la sesión: el comienzo algo apresurado, algún altibajo en el ritmo, un pequeño lapsus con los nombres... cosas lógicas cuando se está echando a andar un texto nuevo.

Pero por encima de eso pudimos disfrutar otra vez de uno de los placeres de escuchar a Pablo Albo: por un momento te hace sentir inteligente. Y eso siempre es de agradecer.


(Fotos de la sesión de Pablo Albo)

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