martes, febrero 08, 2011

El jueves estuvo Virginia Imaz en La Luna

Andaba yo como siempre dándole vueltas a la crónica de la sesión del jueves pasado (cosa que sirve de poco, porque al final siempre sale lo que sale), hasta que he caído en que ya la tenía hecha, desde que hace un par de días le explicaba a alguien cómo había sido.

Explicaba en esa conversación que la sesión comenzó con Virginia asumiendo riesgos, al abrir entre el público una consulta popular acerca del nombre de las cosas; concretamente de... las "cosas", ya sabéis. Y digo riesgos porque nuestra gente es de lo bueno lo mejor, pero en cuestión de léxico, como nos dejes, tenemos por límite el horizonte. Sin embargo funcionó bien la cosa, y se pudo contener la espontaneidad entusiasta de parte de la audiencia. Así contaba yo que empezó, creando un ambiente distendido entre el público y la narradora.

Le decía también a quien me preguntó que después de la introducción, en la segunda historia me pareció percibir en Virginia algo de inseguridad; parece que la sesión está aún en rodaje de estreno, y quizá, esto sólo me aventuro a suponerlo, sea una historia recién incorporada al repertorio y que se encuentre aún en ese proceso de asimilación que requiere que pase algún tiempo. No obstante esa impresión mía, la narradora se impuso al cuento y salió adelante.

Le extrañaba a mi interlocutor esto que le dije, pero se tranquilizó cuando le comenté que, afortunadamente, fue una impresión pasajera.

Y es que a partir de ahí todo fue rodado. Los cuentos, como correspondía al anuncio de la sesión, eróticos. De un erotismo pleno, sin dejar en insinuación lo que debe ser descripción, pero contados con dominio, poniendo el acento donde la historia lo pedía, y conteniendo el tono donde era necesario.

Al pasear la mirada por el público, se veían rostros concentrados, pendientes de las palabras, sumergidos en las historias, y por mi parte, esa sensación que no se da siempre de tiempo suspendido, que te hace mirar el reloj cuando anuncian el final, porque ya no recuerdas ni qué hora puede ser.

Esto es lo que expliqué cuando me preguntaron. Lo que vi. Para qué contar ahora otra cosa.

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