viernes, agosto 21, 2009

EL PLACER DE LA CONVERSACIÓN POR QUICO CADAVAL


En el número 44 de la calle Real de Ferrol todo tiene un precio. Incluso las palabras. Encaramado a un escaparate del centro de la ciudad, como una mercancía más, Quico Cadaval, se exhibe, se oferta y "cobra" por conversar. El "falador", como se define a sí mismo el artista, vende nueve minutos de su tiempo para hablar, escuchar o incluso ambas cosas. Siempre a gusto del consumidor.

"Conversar es uno de los placeres del hombre", reflexiona el artista

El cliente puede confesar, interrogar, divagar, mentir y polemizar

Todo forma parte de un proyecto artístico que el polifacético Cadaval (Ribeira, 1960) define como "teatro privado y unipersonal" basado en la "exposición visual y la discreción sonora" que ha bautizado como Conversatorio: medidas variables. Persigue la reflexión de la sociedad actual sobre la carestía del tiempo y "la intimidad expuesta" como espectáculo. Este mostrador de conversación tiene algo de confesionario. "No lo pretende", replica Cadaval, dramaturgo y actor, "pero la confesión está incluida en toda charla, al igual que el sermón".

Tras el cristal, el artista presume de tarifa plana para las ideas y palabras. Por un "precio asombroso", un euro, garantiza casi diez minutos de conversación, cronometrada al segundo por un implacable reloj de ajedrez. Ni una sílaba más de la cuenta. El módico coste garantiza el secreto de una performance de lo más peculiar, ubicada en la antigua sede de campañas electorales del PP ferrolano. "Tenía un karma chunguísimo. Lo estamos limpiando", bromea Cadaval.

Entre una zapatería de saldos y una joyería, el actor y director teatral que el pasado año triunfó en las tablas con una adaptación de la Noite de Reis de Shakespeare para el Centro Dramático Galego, espera sentado. Cuatro flexos, dos sillas, un reloj y una mesita de té adornada con un ramo de flores amarillas le sirven de decorado a este teatro callejero. Los viandantes, turistas y curiosos, se detienen, mínimo, a un metro de distancia. Pueden observar pero no oyen, y muy pocos se atreven a entrar. Más mujeres que hombres, en cualquier caso. Alguno, cuenta el artífice del proyecto, incluso entra protestando por el abusivo precio.

"Conversar es uno de los placeres honestos del hombre", reflexiona Quico Cadaval, que relaciona su propuesta con la prostitución. "Cobrar por algo que debería ser gratis se antoja surrealista. Todo se comercializa". Ahí radica la provocación del Conversatorio. El mecanismo del espectáculo es simple y consta de seis reglas sencillas. El tema es libre. El "falador" promete discreción y hablar aunque no está necesariamente "obligado a saber del tema". El cliente puede confesar, interrogar, divagar, mentir y polemizar cuanto desee, pero únicamente "en el plano verbal".

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