viernes, marzo 07, 2008

El jueves estuvo Carmen Conguantes en La Luna


Media docenita de historias (habríamos querido más y más, pero el tiempo está tasado), todas diferentes pero con algo en común, que es el encanto que transmite Carmen a los cuentos, y a través de ellos a los que escuchan.

Nos contó de un pobre funambulista metido en apuros por pedir auxilio de los santos del cielo (a quién se le ocurre...). De un par de caballeros antiguos que, en sus disputas, generaron la enemistad entre perros y gatos. De cómo los habitantes de Almudévar (Huesca) terminaron abollando el suelo con el culo por querer enderezar la torre del campanario tirando de una cuerda (y luego dicen que lo de la cabezonería de los aragoneses es un mito...). Nos contó de un topo al que, para una vez que se le ocurre asomar la cabeza sobre el suelo, le sueltan 'aquello' en la cabeza, y no para hasta encontrar al 'dueño'.

Cuentos alegres, divertidos, cómplices.


Pero como el que escucha también pone de su parte en el cuento, andaba yo el jueves más con cuerpo de otros cuentos que trajo, como el del súbdito que se negó a pintar su casa de gris cuando el rey lo ordenó, y su pequeño gesto generó una onda expansiva, que llegó a acabar con el rey y se transmitió al reino vecino (y quién sabe, ojalá más allá). Y sobre todo el de ese alfarero que, cuando le fallaron las manos, trabajó con los pies, cuando le fallaron los pies, trabajó con los labios, después con la voz y la palabra, y después de morir, modeló la arcilla desde el interior mismo de la tierra. Estos me gustaron sobre todo, porque además me gustó cómo los contó, sin pasar la frontera de lo sensible a lo empalagoso.


Los guantes también cuentan


Una cosa curiosa, que creo que dice mucho a favor de Carmen:
escuché todos los cuentos con gusto, con atención, disfruté con la sesión, y salí satisfecho de haber acudido a La Luna.
Y de pronto, cuando ya me alejaba por la calle, me viene la idea a la cabeza: ¿acabo de asistir a una sesión de cuentos para niños? No lo sé, pero que se repita, caramba.
No sé si soy el único que tuvo esa sensación, me interesa saber cómo lo vieron otras personas.


Nota (que no falte): estarse atentos, que he oído por ahí que se preparan iniciativas interesantes para la celebración del décimoquinto aniversario de Los Cuentos de La Luna.



Para los curiosos (todos, ¿no?):

- La web de Carmen Conguantes
- El topo que quería saber quién se había hecho aquello en su cabeza (ficha)

1 comentario:

CARLES GARCÍA dijo...

Luis,
Yo también salí con la sensación de haber escuchado cuentos para niños. Pero eso no me preocupa mucho, lo cierto es que antiguamente no había demasiada diferencia entre los cuentos, o al menos estos no iban dirigidos con una etiqueta de edad.
Yo no salí tan satisfecho de la sesión como tu. Y eso es estupendo, los cuentos le llegan a uno de manera diferente y depende de su momento. Pero vi a Carmen un poco dispersa, con exceso de blancos y pequeñas equivocaciones y algún problema de ritmo narrativo. No acabo de emocionarme. Es cierto que estaba un poco resfriada y eso siempre desconcentra. Y asumamos que contar en La Luna por primera vez impone. Lo que si es cierto es que actuó con honestidad, regalándose, y eso es mucho. Se que la gente disfruto, pero ya sabes que ser del oficio tiene el problema de volverse un poco tecnicista.