sábado, febrero 23, 2008

El jueves estuvo Nelson Calderón en La Luna

Estos cuenteros de allende los mares tienen algo especial.

No es el acento, el tono, o las palabras más o menos desconocidas que Nelson se trajo de Colombia. A todo eso nos han acostumbrado las películas de Sergio Cabrera y las telenovelas de Caracol.

...y además es guapo(no es en La Luna, es que no me salieron las fotos)

Se me ocurre, así a bote pronto, que quizá sea porque viene de un lugar donde la tradición oral todavía no ha muerto, o al menos lleva muerta menos tiempo que aquí, y aún viven quienes la recuerdan y la honran.

Al grano: la sesión del jueves tuvo dos partes bien diferenciadas:

Una primera de anécdotas, peripecias, pequeñas aventuras cotidianas, contadas con soltura y desenfado, requiriendo en ocasiones la participación del público que ayudó a poner la banda sonora a los relatos. Lo pasamos bien, porque cuando alguien te cuenta su vida -real o figurada- con gracia y desparpajo, te diviertes. No obstante, me hizo recordar una frase de alguien hace un par de semanas, que se quejaba de "cuánto daño han hecho los monólogos..."

La segunda parte, una vez que nos hubo puesto en suerte, trajo cuentos y leyendas más tradicionales. Una parte más de mi gusto (lo que tampoco es mucho decir, sólo que mi relación con los cuentos siempre ha sido libresca, y me llegan más los cuentos a la vieja usanza). Esta parte no estuvo exenta de diversión, cantos y palmas, aunque en general tuvo un punto más emotivo que la primera (otra cosa que también es de mi gusto), ese punto que hace que una sesión de cuentos perdure en el recuerdo.

Nos reímos, nos emocionamos, cantamos y contuvimos la respiración (ese momento emasculación... ufff...), y nos fuimos a casa contentos. Qué más se puede pedir.

Puestos a poner un pero: voy observando que muchos cuenteros, como Nelson hizo este jueves, estructuran sus sesiones con una primera parte ligera y de tono humorístico, y una segunda más pausada y sentimental. Y me da la impresión de que el público, influenciado por el tono de la primera parte, busca en la segunda una continuación del mismo, la nota de humor escondida en el resto de cuentos; y que a veces la encuentra donde objetivamente no existe, rompiendo en ocasiones la magia del relato con una risa extemporánea. Encuentro la lógica a esa estructura (empezar alto, bajar, y terminar remontando), pero colleva este riesgo.

Nota:
me quedo con la moraleja de la tortuga: vamos despacito, así tendremos más tiempo para pensar, y -a lo mejor- seremos un poco más sabios.



Más información:
Sitio web de Nelson Calderón

4 comentarios:

César Gómez dijo...

Hola lunáticos.
Es un placer leeros. Como amante de los cuentos da gusto poder acceder a las crónicas que haceis sobre las contadas en "La Luna".
Hoy día, ¿qué cuentacuentos no hace monólogos en sus actuaciones?. Hece mucho tiempo que no asisto a una contada donde no se utilice el recurso del monólogo humorístico. Hasta yo mismo, que siempre lo había desechado, he acabado usándolo en alguna parte de mis sesiones. Cuando lo usas te das cuenta de que funciona.
La cuestión está en el cómo se utiliza. Sin decir nombres, hay quien lo hace como modo de conducir sus historias, pero lo esencial en esas contadas, está en las historias, la mayor fuerza expresiva la reservan para las historias. Se agradece, además, que el narrador no utilice la fórmula encorsetada del monólogo televisivo.
Ayer, sin embargo, asistí a una contada donde lo esencial era el monólogo humorístico-televesivo y, de vez en cuando áfloraba un cuento que, además, era contado con esa misma fórmula. Asistí con dolor a la "ejecución" de alguna hermosa historia.
Creo que, este recurso, bien utilizado, puede enriquecer una sesión. Por supuesto, imprimiendo el narrador su propio estilo.
Mal utilizado, convierte una sesión de cuentacuentos en otra cosa.

César

Luis A. Alonso dijo...

Gracias por tu participación, César.

De acuerdo contigo en que usada en su momento y lugar, la técnica del monólogo humorístico resulta un buen recurso para hilar una sesión de cuentos. Aunque para mi gusto se corre el riesgo de que la entidad individual de cada cuento quede un tanto diluida, al fin y al cabo es cuestión de gustos y ahí no me voy a meter.
Pero hay una frase en tu comentario que sí relaciona esto con un tema que tengo pendiente de ampliar, y es el de la contraparte necesaria: el público. Dices que "cuando lo usas te das cuenta de que funciona". Nada que objetar a eso, estoy de acuerdo también. Pero, ¿no estaremos así maleducando al público y haciéndolo perezoso, al darle siempre lo que espera? Ahí lo dejo de momento para el que lo quiera.

Lo dicho, gracias y un saludo.

Luis A.

César Gómez dijo...

Hola Luis.
Gracias por tu contestación que me ha hecho reflexionar sobre el asunto que planteas.
Creo que hay una gran diferencia entre unos y otros narradores. "Maleduca" o..., mas bien, confunde, quien hace del monólogo el aspecto principal de su sesión de cuentacuentos, pero no el que lo utiliza como hilo conductor de la contada o de una parte de la contada.
Se puede no utilizar el monólogo humorístico, y sin embargo, contar historias muy manidas y cuentos de esos que todo el mundo sabe que funcionan, en definitiva, dando al público lo que espera y, por el contrario, se puede utilizar y, a la vez, asumir riesgos con cuentos que pocos contarían, o con una forma de exponerlos diferente.
No quiero que parezca que soy un defensor a ultranza del monólogo en las sesiones de cuentacuentos, porque no es así. Simplemente considero que es un recurso, como muchos otros, que bien utilizado puede salpimentar una contada.
En cualquier caso, cuando asisto a una sesión de cuentacuentos, como oyente, procuro no ir con una idea preconcebida de lo que me voy a encontrar.
Gracias de nuevo por ofrecerme la oportunidad de contrastar puntos de vista sobre estos temas.
Un saludo.
César.

César Gómez dijo...

Hola Luis.
Gracias por tu contestación que me ha hecho reflexionar sobre el asunto que planteas.
Creo que hay una gran diferencia entre unos y otros narradores. "Maleduca" o..., mas bien, confunde, quien hace del monólogo el aspecto principal de su sesión de cuentacuentos, pero no el que lo utiliza como hilo conductor de la contada o de una parte de la contada.
Se puede no utilizar el monólogo humorístico, y sin embargo, contar historias muy manidas y cuentos de esos que todo el mundo sabe que funcionan, en definitiva, dando al público lo que espera y, por el contrario, se puede utilizar y, a la vez, asumir riesgos con cuentos que pocos contarían, o con una forma de exponerlos diferente.
No quiero que parezca que soy un defensor a ultranza del monólogo en las sesiones de cuentacuentos, porque no es así. Simplemente considero que es un recurso, como muchos otros, que bien utilizado puede salpimentar una contada.
En cualquier caso, cuando asisto a una sesión de cuentacuentos, como oyente, procuro no ir con una idea preconcebida de lo que me voy a encontrar.
Gracias de nuevo por ofrecerme la oportunidad de contrastar puntos de vista sobre estos temas.
Un saludo.
César.